jueves, 20 de septiembre de 2012

EL HOMBRE QUE CONVIRTIÓ SU CASA EN UNA BIBLIOTECA



A la vuelta del verano, además de desearos a todos un feliz principio de curso, no me he podido resistir a copiar esta entrada de un blog que se llama DesEquiLIBROS. Aquí está el enlace por si queréis curiosear en el blog.


Si sacas todos tus libros a la puerta de casa podrías esperar que desaparecieran en un momento. Pero un hombre de un barrio humilde de Manila lo intentó… y descubrió que su colección aumentaba.

Puso los libros, apenas 100, en la puerta de su casa para ver si alguien quería pedir prestado alguno. Lo hicieron. Y a la hora de devolverlos, traían otros nuevos para añadir a la colección. Así nació la biblioteca.

Hernando Guanlao es un hombre decidido de 60 años con una pasión: los libros.
Conocido por el apodo de Nanie, ha creado una biblioteca informal e improvisada, en la puerta de su casa en el centro de Manila, con el propósito de contagiar a sus vecinos y compartir su pasión por la lectura.

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La idea es sencilla: los lectores pueden llevarse tantos libros como quieran, durante el tiempo que quieran. Incluso de forma permanente. Como dice Guanlao: "la única regla es que no hay reglas".

Puede pensarse que la aventura terminaría en que todos sus libros acabarían por desaparecer.

Pero, al contrario, en los 12 años que lleva en marcha su biblioteca -o como él la llama, su club del libro- su colección ha crecido en lugar de disminuir, a medida que recibía más y más donaciones.
"Me parece que los libros me hablan; eso es porque cada vez hay más" dice con una sonrisa. "Los libros me dicen que quieren ser leídos; quieren circular de mano en mano".
Guanlao comenzó su biblioteca en el año 2000, poco después de la muerte de sus padres. Quería honrar su memoria y se le ocurrió que la mejor forma de hacerlo era promover el hábito de lectura que él había heredado.
"Ví mis viejos libros de texto y decidí compartirlos públicamente".
Así que puso los libros, apenas 100, en la puerta de su casa para ver si alguien quería pedir prestado alguno. Lo hicieron. Y a la hora de devolverlos, traían otros nuevos para añadir a la colección. Así nació la biblioteca.

A día de hoy Guenlao no sabe con certeza cuántos libros tiene, pero fácilmente pueden llegar a 2000 ó 3000, apilados en estantes y cajas frente a su casa; el coche hace tiempo que fue desplazado fuera del garaje y los libros invaden hasta la escalera interior.

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La biblioteca no hace publicidad pero, de alguna forma, cada día se produce un flujo constante de personas que llegan hasta ella.

El día que visitamos la biblioteca, algunos comerciantes se acercaron durante la hora del almuerzo; un hombre de la localidad se llevó prestado un pesado volumen de la historia del Evangelio según San Juan; y algunos escolares se llevaron varios libros de texto, aunque también me di cuenta de que se llevaban alguna revista de moda.

La biblioteca está abierta 24 horas los 7 días de la semana. La única protección con la que cuenta son unas fundas de plástico, no por seguridad, sino para aislar los libros de la lluvia.
No cuenta con registros ni inventarios ni procedimientos de entrega y devolución: eso solo retrasa la interacción libro-lector. Solo se da cuenta de que un libro falta por los huecos en las estanterías.

Pero son las personas como Celine las que ayudan a mantener la biblioteca. Vive en al misma calle que Guenlao, y llegó con dos grandes bolsas de libros, algunos para devolver y otros con la intención de donarlos. Asegura que le encanta el proyecto de la biblioteca porque los filipinos, especialmente los que no son ricos, tienen un acceso muy limitado a los libros.
"No he estado en ninguna biblioteca pública excepto en la Biblioteca Nacional de Manila, pero está tan lejos que no es posible pedir libros prestados".

El precio medio de un libro en Filipinas puede ser de unos 300 pesos (unos 6 euros); los importados, especialmente los libros para niños, pueden llegar a doblar esa cantidad.

"Teniendo en cuenta el nivel de renta de la población, los padres tienen otras prioridades".
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Para ayudar a las comunidades más pobres de Manila, Nanie Guanlao no espera a que le encuentren; él mismo las visita con su bicicleta-libro, con una enorme cesta repleta de libros.

Pero también se preocupa por la gente de fuera de Manila. Ha donado varias cajas de libros a un hombre que trata de poner en marcha un proyecto similar al suyo en la provincia de Bicol, a unas diez horas de coche de Manila. Y su próximo proyecto es ayudar a una amiga a  poner en marcha una biblioteca en el extremo sur del país: quiere poner en marcha un barco-libro que recorra las islas de Sulu y Basilan, una zona conocida como refugio de rebeldes separatistas, lo que impide cualquier acceso a la literatura.

Guanlao se esfuerza por popularizar el concepto de que hay poder en los libros y en la lectura. Por eso ha desarrollado un programa de capacitación y orientación en las comunidades interesadas y está en trámites de crear una organización sin animo de lucro para asegurar la continuidad del proyecto.

 Nanie Guanlao
Nos sentamos bajo el sol del mediodía en la puerta de casa de Nanie Guanlao, y mientras observamos cómo la gente ojea su colección, me cuenta por qué cree que vale la pena invertir todo su tiempo a mantener la biblioteca, hasta el límite de renunciar a su trabajo y vivir únicamente de sus ahorros:
"No se les hace justicia a estos libros abandonándolos en un armario o en una caja"
"Un libro debe ser utilizado y reutilizado. Tiene vida propia, tiene un mensaje"
"Como cuidador de libros te conviertes en un hombre completo"

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